separador

Inicio Destinos México Conocí a un totonaca, su nombre es Ruchina
Sep18

Conocí a un totonaca, su nombre es Ruchina

18 Septiembre 2010 Texto // Jessica Servín Fotos // Jessica Servín

“Moriré donde llueva como en el desierto. ¿Sabes dónde quieres morir?”, me preguntó Ruchina, -que en lengua totonaca significa conocedor de la medicina tradicional - luego de pasarme un huevo por todo el cuerpo.

“¿A qué le tienes miedo?”, seguía y no le pude responder. Estaba nerviosa, no sabía qué es lo que saldría de ese huevo al momento de romperse. “Me dan miedo las cucarachas”, le dije.

Ruchina permaneció en silencio por varios minutos. De una bolsita de plástico tomó un poco de copal y lo colocó en una loseta. Con un cerillo le prendió fuego, y un humo gris se esparció por todo el cuarto, nos abrazó.

Olía a quemado y Ruchina comenzó a cantar, movía el huevo de izquierda a derecha hasta que lo estrelló en un platón de barro. Me miró, torció los labios y dijo: “¿a las cucarachas? son feas, pobres, les tocó ese aspecto”. Se dio la vuelta, tomó el platón y me lo enseñó, “este es tu aspecto”, casi me vomito, no sé si era el humo o el olor, pero tenía asco, pensé que me desmayaría y Ruchina se apresuró para vaciar todo ese líquido amarilloso y negro en el fuego, en el copal hasta que se extinguió. “Vas a estar bien”, dijo quien desde hoy es mi sanador totonaca.

Fotos: Jessica Servín

AL UMBRAL

Así es como inicia el ritual de curación. Es mi primer día en el Parque Takilhsukut, un centro indígena localizado en El Tajín, Veracruz. Estoy dentro de una cabaña de paredes hechas con troncos de árboles, todos perfectamente enfilados y pegaditos. La habitación no mide más de cuatro por cuatro metros. Su techo es de zacate rojo, ese que los totonacos cortan sólo cuando hay luna llena para que se purifique su casa.

Dentro hay una cama con sábanas blancas. Por todos lados cuelgan hierbas atadas en racimos. Justo arriba de la cama hay un altar con dos santos y cuatro velas blancas. A la izquierda, está la mesa de los huevos, algunos son blancos y otros tienen pintitas negras. Debajo de la mesita, formadas por tamaños, unas botellitas de aceites y un incensario, cerillos y figuras antiguas, “ese es el dios Tajín”, dice Ruchina, quien me permite que le llame José, su nombre en castellano.

José, junto con otros 20 médicos permanecen una vez a la semana dentro del parque para que la gente los visite, “casi todos vienen por una limpia y otros por alguna enfermedad”, pero también, aunque José no lo confiese del todo, llegan hasta aquí para que les digan a qué han venido al mundo.

“Entonces, ¿dónde vas morir?”, me pregunta por segunda vez, le digo que no lo he pensado. Luego me dice que suba a la cama y me acueste boca arriba. “Esto es hierba de San Juan”, y me la pasa por el cuerpo, la cabeza y los pies. Toma más copal y lo mete en el incensario, lo rocía por todos lados y también me lo pasa por el cuerpo mientras repite en totonaca “santa hierba, purifícala”, así lo hace tres veces más.

José tiene 16 años como curandero. Las primeras fórmulas las aprendió de su mamá. “Tenía ocho años y escuchaba tras la puerta lo que les decía mi vieja a las personas, que si la plata de los tres hilos para la fiebre o que si se toma un té de cola de caballo les limpia los riñones”.

De entre las botellas de aceite me da una, me dice que es extracto de la hierba de San Juan que durante tres noche tome baños en tina y vierta este liquido en ella, “durante los tres días no debes tener ningún pensamiento negativo, contra nadie ni contra nada, si se te presenta, aléjate de eso”. Y es que lo más importante para permanecer sano es la corresponsabilidad, la fe del paciente. “Cada vez que hagas estos baños repite: yo buscó la sanación”.

 

ENTRE ELLOS

“Los que quedamos en Veracruz vivimos en la costa o en la sierra, no somos más de 4 mil”, dice José mientras nos acercamos a su comunidad. Hemos viajado desde Parque Takilhsukut hasta aquí por más de una hora y media. Cuando llegamos, ya es de noche y algunas fogatas iluminan el camino. Todo esta rodeado de árboles de manzanilla y clavo enano. José sale de la camioneta y una mujer delgada con un reboso en la espalda lo saluda, “Ella es Martina, mi esposa”, me dice. Me presento dándole la mano pero ella no me responde, sólo me hace una reverencia, le contestó del mismo modo.

Entramos a su casa. Martina me ofrece una jarrita de barro con café y me pide que me siente en una silla de madera.
“La cena está lista”, dice Martina, y pasamos a la cocina. Una cocina que es más grande que la sala, que su propia recámara.

En la mesa hay platos con flor de izote, que se prepara en salsa y puede llevar camarones. También hay frijoles en achuchas con pipián y tortillas. “Todo es sin grasa, la misma flor de izote o el chile tiene aceite suficiente para cocinar”, me explica José.

- ¿Cómo te hiciste sanador?
- Es un don, pero casi siempre no te das cuenta. Yo tenía muchos problemas, con la gente de la comunidad, no tenía nunca dinero, ni un buen trabajo. Trataba de hacer lo correcto siempre pero pasaba algo y no se podía
- ¿Cómo qué te pasaba?
- Por ejemplo, cuando le pedí a Martina que se casará conmigo, me dijo que sí, pero cuando lo planeábamos se moría alguien de nuestra familia. Para mí eso ya era una señal.

Entonces José fue a buscar a un sanador, para que le hiciera una limpia, llevaba con su mala racha como 10 años. Viajó hasta El Tajín para encontrarlo. “Fue justo en la Cumbre, un día antes de que iniciara”.

José tuvo que esperar hasta el día que comenzará la celebración. El día que llegó era día sagrado, donde los sanadores montan ofrendas para limpiar el lugar, piden permiso a los dioses y se mantiene en ayunas para purificarse.
“Va mucha gente. Esperé como dos horas más para poder hablar con él”. Entonces José entró a la cabaña y en seguida se desmayó. “Cuando desperté estaba sobre la cama, y él me miraba con terror, me dijo que permaneciera tranquilo, que estaba a salvo”.

-Pero exactamente qué te dijo, ¿tienes el don o eres sanador?
-Ser sanador lo llevas en la intuición. No lo intuía hasta que ocurrieron las muertes en mi familia y en la de Martina. Mi protector me limpió y me llevó a una ceremonia donde se trabaja la espiritualidad.

“Lo mejor es el postre”, dijo Martina y colocó en la mesa plátanos fritos con miel. José se asomó por una ventana que está justo arriba de la estufa y dijo que en diez minutos serían las 10 de la noche, que mejor ya me fuera. “Mañana te veo en el parque y no se te olvide hacer lo que te dije”.

 

ILUMINADOS

Todos inician el día a las cinco de la mañana. Cortan y riegan las plantas. Encienden el fogón y ponen el agua a hervir. Las mujeres barren, liberan las energías negativas de los sueños, de la noche y rocían las entradas de sus casas en señal de bendición, de un nuevo día.

“El presente, siempre se trabaja en el presente”, dice José, quien ya desayunaba en la cocina comunitaria del Parque, mojaba un pan en café y le chupaba el líquido.

-¿Cuánto tiempo pasó para que sanarás a la primera persona?
- Estudie con mi protector casi un año y luego tuve otra ceremonia. Fue justo al inicio de La Cumbre Tajín del siguiente año. Era un hombre que venía de la ciudad, como tú.

“Mira, justo esta fue la planta que lo curó, es la menta”, dijo mientras le arrancaba dos hojitas. La planta era como una margarita, pero pequeñita. “Entonces le dije que traía un mal de ojo, tenia ya mucho con eso. Lo limpié, le dije que no hiciera ningún coraje, y que no estuviera triste, que aguantara una semana".

Y el hombre regresó al año siguiente para buscarlo y agradecerle sus bendiciones. Pero José ya sabía que lo había curado, lo sabía porque lo vio en sus ojos y soñó con él, lo soñó feliz.

José tuvo la clarividencia de que algo no estaba bien en su vida, que pese a todos los mensajes que ya había tenido, seguía luchando contra el destino, contra su don. Y es que, casi siempre comenzamos así el día, preocupados, añorando algo y corremos en busca de eso, pensamos que eso es a lo que venimos, pero cuando nos “cae el veinte”, creemos que es demasiado tarde para comenzar de nuevo, desde cero.

Tú también puedes visitar el Parque Takilhsukut. Más información: aquí.

Acerca del autor

¡Comparte tu experiencia!

ID opcional. Ningún campo es obligatorio.

Inicio Destinos México Conocí a un totonaca, su nombre es Ruchina