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Jun09

Isla Contoy, para soñar despierto

09 Junio 2011 Texto // Laetitia Thollot Fotos // Enrique Escalona, Laetitia Thollot

Cerca de Cancún existe una pequeña isla, que deja imaginar los tesoros de la naturaleza virgen del Caribe Mexicano. Una aventura que se combina con la experiencia de hospedarse en Ritz-Carlton de Cancún.

Apenas ayer estaba en el DF y hoy despierto en una suite del Ritz-Carlton Cancún. Echo un vistazo desde mi balcón al espléndido panorama de albercas bañadas por la luz matutina, la playa y el mar sereno. Empieza un día magnifico, y para disfrutarlo me encuentro en uno de los mejores sitios del planeta.

Después de devorar un tazón de fresas, frambuesas, arándanos negros y miel de abeja, en el fantástico buffet del Club Ritz-Carlton, pongo en mi bolsa un traje de baño rayado, un bloqueador solar, mi indispensable cámara Canon G10 para retratar todo lo que voy a ver hoy y estoy lista para saltar en la camioneta rumbo a la Marina Hacienda del Mar, a 30 minutos de la zona hotelera, desde donde partiremos a la Isla Contoy.

A conquistar los mares

Me espera una sorpresa. En el muelle está amarrado una réplica de un antiguo galeón. Luce un casco de madera moldeado color caoba y adentro figura el escudo de La Pinta, una de las tres carabelas de Cristóbal Colón y a bordo de este emocionante barco vamos a navegar

Al zarpar, no sé donde disfrutar mejor nuestra navegación, hay tres opciones: observar los mares desde la elegante proa, alargada por un largo palo de madera, subirme al castillo de proa para ver más lejos como lo recomienda La Giraffe, o quedarme abajo para observar la labor del capitán, un acrobata que va moviendo el timón con los pies, dándole rumbo a nuestra embarcación.

Finalmente sentada en la parte de arriba veo la tierra alejarse lentamente. Detrás de nosotros el surco que deja el timón se va borrando. Grito “¡Una cerveza!”, y un hábil marinero-mesero llega desde la cala con una charola especial de donde agarro mi vaso. Pronto me arrulla la música tropical, hasta llegar a un sueño poblado por los personajes de La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson. Despierto, y al ver la tierra perfilarse en el horizonte, me pregunto si será la Isla de la Tortuga de la famosa novela de aventuras.

¡Tierra a la vista!

La tripulación maniobra ayudándose con sogas hasta que La Pinta queda pareja al muelle. Al bajar los vigilantes de la Reserva Ecológica de Contoy decoran nuestras muñecas con brazaletes, sólo distribuyen 200 entradas al día para limitar los daños al medio ambiente. Camino el largo muelle que conduce a la tierra. Al parecer somos los primeros visitantes.

¡Esta playa es de lejos la más hermosa que haya visto! Palmeras, pequeñas lanchas coloridas, arena suave, aguas poco profundas pero suficientes para nadar, tan transparentes que el pargo y el pez aguja no pueden esconderse de tu curiosidad. Éste es un lugar tan excepcional que hasta el enemigo más feroz de los baños marinos se arrepentiría hasta llorar por no haber cargado con un traje de baño. Mientras nado, la forma aristocrática de La Pinta me dice que tal vez la magia del Caribe mexicano logró hacerme viajar cinco siglos atrás.

El otro lado de la isla resguarda paisajes más salvajes y vírgenes, con un litoral de rocas plana esculpidas por el océano y una zona de manglares donde anidan fragatas y cormoranes. Estoy en el mirador con los ojos perdidos en el mar turquesa cuando me parece ver a nuestro capitán haciendo señales desde el muelle. Y está lista la comida, un gigantesco pescado al tikinxik, condimento parecido al achiote que da un sabor sin igual a la carne, con guisados de arroz y verduras. ¡Una verdadera comida de pirata! Ya viene más tiempo libre y la tripulación presta equipos de snorkel, para zambullirse hasta la hora de regreso.

Como la Isla Contoy es una reserva ecológica, nadie puede quedarse a dormir aquí, no hay hoteles ni restaurantes, pero hay servicios de baño, un pequeño museo, muy buena señalización, senderos y un mirador.

Los refinamientos del piso 8

Estoy de vuelta al Ritz Carlton Cancún, son las 7 de la noche, es el momento perfecto para disfrutar las bondades del Club del piso 8, donde tengo la suerte de hospedarme. Entrando al elevado, uso la llave de mi recámara para accionar un dispositivo que me permite llegar al exclusivo piso, y me siento en una película de James Bond.

Desde los vidrios del pasillo me da la bienvenida un espléndido atardecer, y encuentro el Club Lounge lleno de luz dorada. Como deseaba me esperan mesas cubiertas de bocadillos y cocteles. Para elaborarlos, el Chef se inspiró en la comida mexicana, italiana y francesa. Aquí los croissants sí saben a los que se compran en las mejores pastelerías de Francia, mientras que los paninis de mozzarella, albahaca y jitomate cherry tienen el sabor de las trattorias napoletanas.

El ambiente es tan apacible que voy a mi cuarto por un libro. Al regresar, ¡cuál es mi sorpresa al encontrar que los platillos han sido cambiados! ¿Estaré en un castillo encantado? Mi reloj ahora indica las 7.30, y nuestra concierge particular me explica que ha llegado la hora de “Cordiales y chocolates”, con sus licores finos, fresas cubiertas de chocolate y otras delicias. ¡Hay 5 tiempos diferentes a lo largo del día!

Concluyo este día dejándome consentir y pensando que entre todos los días de vacaciones que me ha tocado vivir, éste ha sido el más placentero.

GUÍA GIRAFFE

Acerca de Isla Contoy:                                                               www.islacontoy.org/espanol.htm

Ritz Carlton Cancún:                                                                 www.ritzcarlton.com

Acerca del autor

Laetitia Thollot

Laetitia Thollot

Nací y crecí en LyonFrancia. Me encanta viajar, pero me falta mucho por descubrir. En mi última carta a Santa Claús, solicité boletos redondos a paises asiáticos como JapónNueva ZelandaTailandia y Bután.

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