“Me gusta mucho el invierno, es tan silencioso” piensa en voz alta Shannon, nuestra guía, mientras me lleva en su camioneta por las tierras heladas de Yukón. Muda, recorro con la mirada las postales que se asoman por la ventana. El brillo de la nieve se confunde con la trasparencia diáfana del cielo, haciendo resaltar la dentadura negra de los bosques de pinos. Todo es nuevo para mí.