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La vuelta al mundo en ochenta días

03 Febrero 2011 Texto // Laetitia Thollot

Por el planeta, no sólo se viaja físicamente. La imaginación es un fabuloso medio de transporte que nos permite trasladarnos donde nos dé la gana para vivir aventuras extraordinarias. Sigamos a los protagonistas de La vuelta al mundo en ochenta días en su odisea por Asia y América del Norte.

Le tour du monde en quatre-vingt jours es el título de una famosa novela de aventura publicada en 1873 por el escritor francés Julio Verne. Salió por primera vez por episodios en el periódico Le Temps, conoció un gran éxito literario e hizo soñar generaciones de niños y adultos. A pesar de que en este entonces el autor sólo había recorrido el norte de Francia y Escocia, logró describir países como la India o Estados Unidos con tanta vida que le da al lector la impresión de trasladarse realmente por el tiempo y el espacio.

El protagonista, Phileas Fogg, es un gentleman londinense en quién se concentran todas las ideas que los franceses tenemos de los ingleses. Para empezar, es extremadamente puntual y apegado a los detalles, precisión que lo lleva hasta exageraciones un tanto absurdas, como despedir a un criado por haberle servido agua un grado más fría de lo acordado. Naturalmente es elegante, educado, rentista y suele pasar sus tardes en un círculo de ricos industriales llamado el Reform-Club, donde deja rienda suelta a su pasión, el Whist, un juego de naipes con apuestas.

Este noble hombre es acompañado por un personaje no menos interesante, su nuevo mayordomo, un antiguo acróbata llamado Jean Passepartout, que según la costumbre británica, es francés. En ese entonces Jean era el nombre más común entre los franceses humildes, en cuanto al apellido Passepartout, significa “pasa por todos lados” o “entra por cualquier puerta”, por esta razón el nombre fue traducido al español como Juan Picaporte. Este joven no se parece a su amo en nada. Tiene muchas de las características que los ingleses atribuyen a los franceses: es entusiasta, hablador, poco moderado pero muy valiente. Al principio de la novela, Juan está cansado de andar por todos lados y sueña con tener una vida regular y apacible al lado de un amo tranquilo. Veremos que logrará exactamente lo contrario.

Todo empieza el día 2 de octubre de 1872 cuando Phileas Fogg sostiene sólo contra sus compañeros de juego del Reform-Club que la velocidad alcanzada por los medios de transportes de aquel entonces permite dar la vuelta al mundo en ochenta días. Finalmente, apuestan veinte mil libras sobre el fracaso de tal hazaña. Phileas y Jean parten en seguida de Londres. Durante de su recorrido los viajeros van a tomar todos los medios de transporte imaginables en la época: ferrocarril, coche, trineo, varios tipos de barcos e incluso montar un elefante.

Comienzan su viaje atravesando Francia et Italia, luego pasan por el Canal de Suez que sólo lleva 3 años de haber sido inaugurado y llegan hasta Bombay en la India, desde donde siguen por tierra. Salvan a Aouida, una joven viuda que iba a ser sacrificada y la llevan con ellos. Se vuelven a embarcar en Calcuta y viajan hasta Hong Kong, desde donde toman otro barco para Yokohama en Japón y luego zarpan para San Francisco. Atraviesan los Estados Unidos en tren, pero durante del viaje Jean Passepartout es raptado por una tribu de indígenas y Phileas Phogg tiene que rescatarlo. Finalmente, llegan a Nueva York, toman un barco rumbo a Inglaterra y llegan demasiado tarde a Londres. Parece que todo está perdido, pero un inesperado desenlace le permite ganar la apuesta al flemático inglés, mostrando que la ciencia apremia a quién cree en ella.

Julio Verne, hombre anclado en su tiempo, tenía una sólida fe en los progresos científicos. En muchos puntos esta novela es característica de los finales del siglo XIX, época en que la Revolución Industrial recortaba las distancias y regalaba un horizonte de posibilidades completamente nuevo al ser humano.

Acerca del autor

Laetitia Thollot

Laetitia Thollot

Nací y crecí en LyonFrancia. Me encanta viajar, pero me falta mucho por descubrir. En mi última carta a Santa Claús, solicité boletos redondos a paises asiáticos como JapónNueva ZelandaTailandia y Bután.

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