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Sep11

Cruzando Canadá en ferrocarril

11 Septiembre 2011 Texto // José Antonio López Sosa Fotos // José Antonio López Sosa

El ferrocarril de pasajeros es una excelente opción de turismo en Canadá, se puede convivir con la naturaleza a 100 kilómetros por hora, internándose por sitios donde ni el automóvil ni el avión llegan. Cumpliendo el cometido de transportarnos con todo lujo y seguridad al mismo tiempo que recorremos este país de este a oeste.

Dieron las 9 de la noche en la ciudad de Toronto, llegamos hasta la estación central y nos dispusimos a abordar “The Canadian”, el servicio de pasajeros que ofrece Via Rail desde esta ciudad y hasta Vancouver en un total de 4 mil 466 kilómetros.

Nosotros lo tomaríamos hasta Saskatoon, a 2 mil 702 kilómetros de Toronto. Nos indicaron solamente quedarnos con una pequeña mochila con la ropa que usaríamos durante el viaje, las maletas documentadas se nos entregarían hasta el destino final. Pensar en dos días de travesía en tren parecía muy largo ante una vida agitada como la que solemos llevar, dieron las 10 de la noche y abordamos, cerca de 10 carros dormitorio, cinco carros con domo, dos carros comedores y dos de clase económica conformaban el largo ferrocarril que se disponía a cruzar el continente de costa a costa.

Las cabinas, verdaderas suites rodantes. Dos camas junto a una gran ventana, un pequeño baño privado, un lavamanos y un clóset, aire acondicionado y ventilador, iluminación de distintos niveles y un sobrecargo encargado de la seguridad y requerimientos de los pasajeros por cada carro.

Los carros domos llevan dos pisos, el de abajo con café, frutas, galletas y jugos día y noche para los pasajeros que lo desean, algunas mesas con grandes ventanas y juegos de mesa. El piso de arriba con amplios asientos y un domo de cristal que permite una observación hacia prácticamente todos los ángulos.

Poco después de las 5 y media de la mañana un destello de luz comenzó a asomarse en el horizonte, entre colinas boscosas el sol comenzó a iluminar el cielo. Bosques, ríos y lagos rodean por horas la vía del ferrocarril, no hay lugar para el aburrimiento, nos sorprende como se pueden ir las horas literalmente sin que uno lo note, ya sea recostado en la comodidad de la cabina o bien, en el carro-domo sentado simplemente dejando pasar la naturaleza frente a nuestros ojos.

A las 6 de la mañana arribamos a Capreol, Ontario, a 444 kilómetros de Toronto. El desayuno estaba listo en el carro comedor. Café, jugo de naranja y unos deliciosos hot cakes con jarabe de maple canadiense fueron nuestra elección, así partimos rumbo al norte de los grandes lagos para cruzar la provincia de Ontario rumbo a Manitoba.

La mañana transcurrió con paisajes espectaculares, el verano de América del Norte en su máximo esplendor. Alrededor de las 2 y media de la tarde llegamos a Hornepayne, Ontario, un pequeño pueblo donde por 25 minutos pudimos bajar y recorrer las calles aledañas a la estación del tren.

Un par de niñas de unos 9 años vendían arándanos silvestres a 2 dólares el vasito (con poco más de medio kilogramo). De nuevo el tren partió casi a las 3 de la tarde y seguimos por las colinas canadienses, viendo lagos cristalinos, venados, águilas, peces y aves de todo tipo en el cielo y el agua.

Por la tarde algunos pasajeros decidieron leer, otros armar jugar ajedrez o armar rompecabezas. Nosotros optamos por observar al horizonte, no perder ni un momento de la contemplación de una naturaleza vasta, en kilómetros no veíamos población alguna, tan solo la vía del tren que irrumpió hace más de un siglo en los bosques canadienses, es el único elemento hecho por el hombre que cruza por la intimidad de la naturaleza de forma respetuosa y casi imperceptible. Así “The Canadian” se adentró de nuevo en la oscuridad de la noche y el brillo de las estrellas.

En la madrugada entramos a la provincia de Manitoba, después de recorrer poco más de mil 700 kilómetros desde Toronto. La mañana nos aguardaba la llegada a una de las ciudades más pintorescas de Canadá: Winnipeg.

El ferrocarril retomó camino al mediodía entre grandes zonas de cultivo, muchos kilómetros de girasoles, maíz, trigo y demás cultivos, literalmente cruzamos entre el majestuoso granero de Canadá. Alrededor de las 3 y media de la tarde dejamos atrás Manitoba y entramos a la provincia de Saskatchewan, al centro de Canadá.

Pequeñas colinas en planicies que resultan infinitas al ojo humano, árboles que separan el cultivo de la ganadería. Búfalos, vacas, toros, caballos, puercos, en fin, toda clase de animales de granja se ven a nuestro alrededor. Los paisajes canadienses han cambiado para este punto y de pronto de un núcleo rural pasamos a una planicie virgen, con más lagos y ríos. El cielo azul, nubes que van y vienen se observan dese el carro domo.

Llegamos alrededor de las 9 y media de la noche del segundo día a Saskatoon, nuestro destino final, una pequeña y preciosa ciudad al centro-norte de Canadá.

GUÍA GIRAFFE

Trenes de Canadá:

www.viarail.ca

Escucha al reportero  José Antonio López Sosa todos los domingos de 9 a 10 de la noche en 1470 AM en el DF 
dentro del programa "De Viaje" de Fórmula Confidencial 
con Leopoldo Mendívil 
y los especialistas Elizabeth Vaca y Raphael Paredes.
(1230 AM en Monterrey, 1280 AM en Guadalajara)
Escúchalo también vía internet en www.radioformula.com.mx

 

 

 

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