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Jul03

Parlez-vous français?

03 Julio 2010 Texto // Laetitia Thollot Fotos // Laetitia Thollot

¿Son mala onda los franceses? ¿es imposible viajar sin pagar una gira organizada? ¿hay que dejar propina? ¿qué es lo que nunca se debe de hacer en un restaurante? Algunos consejos para sobrevivir, y pasarla bien, en tierras galas.

 

Babel

Para empezar, destrocemos un cliché. Se suele decir que los franceses, en especial los habitantes de la capital odian que se les hable en inglés. Al oír “Can I have a coffee?” caen en profundo enojo y son capaces de morder al infortunado franco-ignorante. Tratemos de entender la sicología del descendiente de Asterix y Obelix, los simpáticos celtas del dibujante Goscinny y el escritor Uderzo. Siendo el francés el idioma oficial de Francia, es muy posible que ignore todo de la lengua de Shakespeare, especialmente si se trata de un especimen viejo, que olvidó las enseñanzas lingüísticas de la prepa.

En todas situaciones, en los cafés, restaurantes, hoteles o simplemente para pedir indicaciones, lo correcto es empezar con un jovial saludo en francés (“bonjour”) y preguntar previamente si la persona habla inglés (“Parlez-vous anglais?”, pronunciar “parle-vu ongle”), en vez de soltar un fortísimo Hello! como saludo. Así entablarás relación con mayor facilidad.

 

Ser o no ser codo, tal es la cuestión

En tierra gala, la propina no es obligatoria sino considerada siempre como la recompensa de un buen servicio. Los franceses tienen al respecto costumbres variadas y con frecuencia nacen pequeños debates acerca del tema de dejar o no unos euros en la mesa antes de salir. Por ejemplo, hay quién nunca da nada y quien al contrario se muestra siempre muy generoso. Además no existe la idea de porcentaje, y se da lo que parece justo. Es lógico en un país en que los meseros reciben un sueldo correcto que les permite vivir independientemente de si les dan propina o no, y uno no debe de sentir culpabilidad al ser “radin” (tacaño).

Y si no te la acabas con la generosa porción de tu plato y piensas pedir los restos “para llevar”, no te lo recomendamos. En Francia, tal costumbre es inusual porque se considera de muy mal gusto. Un día pedimos cazuelas de deliciosos mejillones, y muy apenados por no poderlos terminar, los pedimos para llevar. La expresión de nuestra amable mesera se volvió francamente antipática y le fue a platicar nuestro atrevimiento a un colega, que a su vez se acercó a nuestra mesa y nos preguntó con mucho desprecio y en voz alta si contábamos con algún recipiente donde pudieran echar las sobras. Nuestros rostros se colorearon instantáneamente de vergüenza.

Los caminos de fierro

La mejor forma de moverse en Francia es irremediablemente el tren. Ciudades pequeñas y grandes cuentan con su “gare”, su estación de trenes fácilmente identificable con la sigla de la empresa es SNCF (“Société Nationale des Chemins de Fers”). Hay dos tipos de trenes, el TER, Tren Express Regional y el TGV, el Tren de Gran Velocidad. El TER hace paradas en los pueblos, mientras el TGV recorre distancias mayores y sólo para en las ciudades grandes. A veces un mismo recorrido es posible en las dos modalidades, pero el TER será más lento y barato que el TGV que es rápido pero llega a costar hasta dos veces más.

Como en casa

Al salir de vacaciones, muchos franceses desprecian los hoteles que a menudo consideran impersonales e inhóspitos. Su preferencia va a los “gîtes”, una opción de hospedaje generalmente más barata que proporciona mayor contacto con los locales. Este concepto consiste en que los habitantes del lugar renten en su propia casa un máximo de 5 habitaciones o departamentos amueblados. Cuando sólo se trata de cuartos, se ocupa también el término “chambre d’hôte”, así, sin la letra "l".

El lugareño te recibe como un invitado, se preocupa por tu bienestar y te puede dar consejos acerca de los diferentes atractivos de su región. Además el precio incluye un desayuno casero que se toma en una sala común, lo que favorece también las relaciones sociales, para que finalmente te atrevas a hablar francés.

Acerca del autor

Laetitia Thollot

Laetitia Thollot

Nací y crecí en LyonFrancia. Me encanta viajar, pero me falta mucho por descubrir. En mi última carta a Santa Claús, solicité boletos redondos a paises asiáticos como JapónNueva ZelandaTailandia y Bután.

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