Sedlec, umbral entre dos mundos
Un viaje puede incluir momentos inesperados en los que no sabrás si reírte o llorar. Los seres humanos olvidamos muy seguido que algún día nos tocará morir y cada quién tiene su idea al respecto, la mía es que no hay mejor interlocutor que una calavera para hablar de la filosofía de la muerte y en Sedlec, República Checa, hay muchas.
"Hoy, va a haber una sorpresa” nos dice con aires de misterio nuestra guía Jitka al salir de nuestro hotel en Praga. Nos subimos a la camioneta sin saber si más vale preguntar o esperar como niños confiados en víspera del día de Reyes.
Pero durante todo el trayecto, la imaginación no nos deja dormir, acosándonos con toda clase de hipótesis y los 65 kilómetros que nos separan de nuestro destino final se alargan indefinidamente. Finalmente aparece una pancarta que anuncia “Sedlec”, palabra mencionada en nuestro itinerario y sabemos que hemos llegado. Ahora Jitka nos lleva con el paso seguro de quién ha venido cien veces aquí y nos deja en la entrada de un edificio religioso, indicando que nos adentráramos en la penumbra de sus profundidades.
Hamlet y el cráneo o filosofar con huesos
Bajamos algunos peldaños y lo que veo me provoca un susto. De cada lado de la bóveda hay calacas que nos miran con ojos profundos como la eternidad. Envalentonados por este primer encuentro, seguimos descendiendo hacia los mundos de ultratumba.
Ahora estamos en una capilla y mientras nuestros ojos se acostumbran a la oscuridad, nos cuesta trabajo entender lo hay aquí. En el centro de la nave cuelga un gigantesco candelabro hecho con todos los huesos de la anatomía humana. Me da escalofríos la idea de que podría caerse encima de nosotros y mandarnos más pronto que pensábamos a los infiernos.
Montones de calaveras, algunas con sus dos fémures cruzados como en las novelas de piratas nos recuerdan que la carne es frágil y perecedera y que más vale practicar el Carpe Diem, “aprovecha el día” del filósofo romano Horacio. En las paredes del altar serpentean guirnaldas de cráneos, mientras que en ambos lados de la pared se exhiben cruces de huesos. Me empiezo a preguntar el porqué de lo que parece ser un set de producción de película de horror.
El arte de la muerte
Todo empieza a finales del siglo XII, cuando el abad del monasterio cisterciense de Sedlec regresa de Tierra Santa con un poco de tierra del Gólgota, el monte donde fue crucificado Jesús, y la esparce en el cementerio del pueblo, que entonces conoce un auge importante en toda Europa Central gracias a sus minas.
A finales del siglo XIII, una gran cantidad de esqueletos son desenterrados para construir la actual iglesia gótica de Todos Santos, y la leyenda cuenta que la tarea de guardar los huesos en la capilla fue confiada a un monje casi ciego de la orden.
En 1870, el escultor František Rint es encargado por los nobles Schwarzenberg, los propietarios del lugar, de ordenar los huesos. Los restos de alrededor de 40 000 personas cobran entonces vida en esta verdadera obra de arte macabra.
Sedlec es una población vecina de Kutná Hora y juntas, son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Al salir de la capilla el luminoso clima nos recuerda que estamos vivos. Echamos un último vistazo al pueblo medieval donde se detuvo el reloj de arena del tiempo. Aunque seguramente el osario no nos va a abandonar y nos seguirá en una que otra pesadilla.
A 40 minutos caminando del centro de Kutná Hora
Zamecka 127, 284 03 Sedlec/Kutná Hora, República Checa
No te pierdas este documental sobre el osario de Jan Švankmajer, cineasta, escultor y poeta surrealista checo.
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