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Mar09

Navegando río arriba

09 Marzo 2010 Texto // Laetitia Thollot Fotos // Enrique Escalona

Cuando llegamos al embarcadero de La Puntilla iban a dar las 10 de la mañana. La tierra estaba sumida aún en la neblina y las aguas del río Tampaón apenas se alcanzaban a ver. Don Julián, uno de los lancheros más aguerridos del lugar, apresura el paso hacia nosotros. Su rostro tiene el color de quién vive al aire libre. Nos da los chalecos salvavidas y subimos a su embarcación, una lancha de color azul. Mientras ganamos un lugar en medio del río, la cortina de niebla se abre y muestra montañas cubiertas de bosques, que bajan hacia el lecho pedregoso del río donde nos encontramos.

 

Un paseo inolvidable

Me doy cuenta de que avanzamos en sentido contrario a las aguas. Mejor así, el recorrido será lento, dándonos el tiempo de aprovechar más el milagro de estar aquí. Los paisajes rocosos del cañón van cambiando y se vuelven cada vez más exuberantes. Ahora de cada lado del río se extienden curiosas formaciones estratificadas, mientras el lecho se hace más angosto. Aquí, los lancheros nos explican que nos aproximamos a un rápido, y seguimos a pie mientras ellos realizan las maniobras necesarias para que pase la lancha. Más lejos, las riberas adoptan formas fantasiosas, y mientras navegamos imagino que estos encajes de piedra fueron esculpidos por titanes huastecos.

 

La fuerza del río Gallinas

“¡Silencio!” grita alguien. Nos callamos, y alcanzamos a oír un ligero gruñido. Pasamos una curva, y divisamos a lo lejos la meta de nuestra excursión, los 105 metros de caída de la cascada de Tamúl, blanca e irreal en medio de su recinto de vegetación tropical. Conforme nos acercamos el río se vuelve más difícil, más furioso. Subimos a una piedra que emerge en medio de las aguas para disfrutar mejor el espectáculo. Me explican que Tamúl es el resultado de la caída del río Gallinas sobre el río Santa María, que entonces cambia de nombre y se llama río Tampaón. La cascada despide una brisa fresca, ideal en estas horas de calor y se antoja descansar aquí por horas.

 

El paraíso de los nadadores

De regreso, hacemos escala a medio camino para conocer una maravilla conocida como la Cueva del Agua. Una gruta llena de aguas turquesas, que si estuviéramos en Yucatán es muy probable que la llamarían “cenote”. Toco el agua con el pie y para mi sorpresa no es nada fría. Me meto y nado hacia el fondo. Al adentrarme me sorprende el profundo silencio que reina aquí, como si la cueva fuera una realidad aparte, un lugar para meditar y tomar distancia respecto a la vida. No sé si dejarme impresionar más o escaparme hacia la luz de fuera.

Regresamos al embarcadero y de ahí al pequeño pueblo de La Morena, donde el amable señor Julián nos invita a comer a su casa, terminando este inolvidable día entre la amable gente de la huasteca.

 

Para llegar:

Desde Ciudad Valles, conduce en dirección a Aquismón y toma el camino de terracería que va a La Morena. Pasa el poblado y sigue hasta el embarcadero de La Puntilla. El aeropuerto más cercano es el de Tampico, en Tamaulipas.

Te aconsejamos acampar a orillas del río.

Teléfono del lanchero Don Julián Chávez: 01-4823616015

Acerca del autor

Laetitia Thollot

Laetitia Thollot

Nací y crecí en LyonFrancia. Me encanta viajar, pero me falta mucho por descubrir. En mi última carta a Santa Claús, solicité boletos redondos a paises asiáticos como JapónNueva ZelandaTailandia y Bután.

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