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Nov07

Yukón, el rincón frío de Canada

07 Noviembre 2012 Texto // Laetitia Thollot Fotos // Enrique Escalona, Laetitia Thollot

“Me gusta mucho el invierno, es tan silencioso” piensa en voz alta Shannon, nuestra guía, mientras me lleva en su camioneta por las tierras heladas de Yukón. Muda, recorro con la mirada las postales que se asoman por la ventana. El brillo de la nieve se confunde con la trasparencia diáfana del cielo, haciendo resaltar la dentadura negra de los bosques de pinos. Todo es nuevo para mí.

Los recuerdos de Caballo Blanco

Recién llegada a Whitehorse, la capital de la provincia de Yukón, me sorprendo al no encontrar rascacielos u otras formas sofisticadas de urbanismo. El lugar no es más que un conjunto de casas de madera que conservan su aspecto de finales del siglo XIX, cuando la Fiebre del Oro agitó las aguas del río Klondike.

A pesar de la ropa rentada que llevo puesta, es muy difícil aguantar el estar a menos 30 grados debajo de cero. El desgraciado frío muerde sin piedad los pocos centímetros de mi cara que dejé sin arropar. Felizmente, las tiendas de la calle principal son un refugio repleto de golosinas locales, postales extrañas y recuerdos inverosímiles, como unos puerquitos de porcelana cuya función decorativa no me acaba de convencer. También encuentro botellas de salsas picantes pseudo-mexicanas marca Melinda’s y suéteres de terciopelo verde con alces o caribús que sonríen con un fondo de montañas nevadas. Si mis acompañantes me tuvieran más paciencia, me llevaría toda la mercancía.

Justo frente a la tienda con los souvenirs más cursis, encontramos la entrada al Baked Café, la cafetería de moda en Whitehorse. Es la hora del lunch y llega a mis narices un apetitoso olor a hierbas mediterráneas. Al parecer, procede de la sopa del día, un caldo de jitomate que ordeno en seguida, también me dejo convencer por el quiche de salmón y el chocolate caliente. Mientras devoro a mis víctimas con la ferocidad de un águila yukoniana, observo a las mesas vecinas. Con el frío que reina afuera, es algo surrealista ver a esos chicos comer con camisetas de mangas cortas o blusas de tirantes.

Acaba de pasar Heritage Day, una fiesta durante la que Yukón recuerda su pasado y me topo con una plaza llena de esculturas de hielo. Más tarde, todos los transeúntes somos convidados a reunirnos debajo de una tienda para ver un show de French Cancan. De repente, irrumpe una dama enteramente vestida de verde que canta mientras el público aplaude y grita alegremente.

Finalmente entro al lobby de nuestro hotel, el Gold Rush inn. No me asombra la gigantesca cabeza de alce que se asoma encima de mi cabeza, tampoco el saloon de época donde me indican que tomaría el desayuno. Ya entendí que la ciudad de Whitehorse es una metáfora, la de un abuelo alegre y bailarín que constantemente le echa leña a sus recuerdos para subsistir, y yo también tengo ganas de sentarme alrededor de la fogata para compartir su historia.

Por las tierras heladas

Recorro el bosque en snowmobile, una moto diseñada para deslizarse sobre la nieve. Entre las ramas de los arboles se han quedado atorrados bloques de nieve parecidos a bolas de helado de coco. Nieve, pinos y cielo blanco. Esta monotonía es interrumpida de vez en cuando por listones de colores atados a los arboles por otros exploradores. Ahora estoy subiendo una pendiente bastante empinada, donde estoy expuesta a un viento helado que se desliza por mi cuello y dentro de mis guantes. Hacemos una pausa y nuestro guía saca termos llenos de una bebida desabrida pero muy caliente, ideal para quitarme el frío de las manos. Más tarde me entero de que era chocolate.

Después de tres horas de recorrido me arden las mejillas y me empiezan a preocupar los dedos de mis pies, por más que los muevo dentro de mis botas no los siento. Espero no tener la misma suerte que mi tío abuelo, quién estuvo preso durante de la Segunda Guerra Mundial en Alemania y al amanecer de una fría noche descubrió su dedo gordo sin vida. Pero después de disfrutar un largo regaderazo en mi cuarto, mis inquietudes se desvanecen. Las jóvenes generaciones somos tan chafas como los productos made in China, nada como un viaje a Yukón para endurecernos un poco.

Al día siguiente, cuando pasan por mí al hotel, me encuentran vestida como para sobrevivir en el Polo Norte – de hecho, no estamos tan lejos del Océano Ártico, con tan sólo atravesar Alaska ya llegamos. Me puse mis calcetines térmicos, dos pares de guantes y un suéter de lana polar. Pero hoy el sol brilla en un resplandeciente cielo azul, entonces hace mucho menos frío, sólo menos 17. Ni modo, prefiero tener demasiado calor.

Salimos de Whitehorse y después de media hora nos adentramos en el bosque por un sendero lleno de carteles con frases alentadoras como “Si crees en tu equipo, llegarás lejos”. De repente aparece Muktuk, un rancho amarillo con una multitud de perros amarrados a casitas donde figuran sus nombres. Estamos libres de caminar entre ellos, me acerco a Rosi, una perrita blanca y tímida pero muy afectuosa. Nos saluda Frank Turner, dueño del lugar y victorioso de la Yukon Quest 1995, una competencia de trineo de perros considerada como “la carrera más ruda de la tierra”.

Ahora nos enseñan los pasos a seguir para volvernos verdaderos mushers, es decir “conductores de trineo de perros”. El deporte se practica en equipos de dos, la primera persona maneja de pie mientras la otra se acuesta en el trineo para descansar – por lo menos, es lo que pensaba yo. Arrancamos muy rápido y al agarrar la segunda curva, nuestro trineo se vuelca a la izquierda. ¡Sólo es la primera de la interminable serie de caídas que no esperan!

Al regresar, estoy adolorida pero orgullosa por haber terminado el recorrido. Descubro pronto que el rancho está rodeado por las cabañas que todos nos imaginamos que hay en Canadá, con provisiones de troncos y una hacha lista para partirlos. Pienso que en cualquier momento podría llegar su ocupante, un barbón arisco y alto como un oso que me preguntaría qué ando curioseando por su casa. Pero en vez de toparme con un rudo cazador de caribú, lo más probable es que llegue un turista japonés, ya que estás cabañas están en renta.

Luces del Norte

Esta noche nos van a llevar a ver una aurora boreal, mientras esperamos el transporte no podemos contener nuestra impaciencia. Para ver este fenómeno astronómico, es imprescindible alejarse de las luces de la ciudad e instalarse en pleno campo. Al llegar al sitio, el cielo oscuro nos indica que todavía no ha llegado la hora, entonces nos instalamos en una confortable cabaña para esperar. Después de varias charlas y tazas de té, descubrimos unos cambios en el cielo, ya que ahora se pueden vislumbrar hacia el horizonte matices verdes y amarillos. Plantamos el tripié, y tomamos unas fotos. Se acerca la hora de regresar, será todo por hoy.

Al día siguiente, estamos en el coche cuando a lo lejos nos llama la atención un magnifico chalet rojo que parece sacado de un cuento de Navidad, el Takhini River Lodge, que será nuestro hogar por esta noche. Christiane, nuestra anfitriona, habla inglés con un fuerte acento francés, igual que yo. Me asigna una habitación que cuenta con una ventana que permite ver las luces boreales directamente desde la cama. Al caer la noche, apago todos los focos, me pongo a espiar y diviso una franja de luz verde. No puedo encontrar el sueño, y a las 2 de la mañana descubro que la misma luz dibuja ahora un curioso torbellino en medio del cielo. Me acuesto para contemplar este milagro nocturno producido por las erupciones solares, y poco a poco, voy deslizándome hacia otras dimensiones.

Mañana regresamos a Vancouver y de ahi en otro vuelo hasta México y si no fuera por las fotos y todos los recuerdo cursis que llevo en mi maleta, pensaria que todo se trató de un hermoso sueño.

GUÍA GIRAFFE

Hotel Best Western Gold Rush Inn

Un hotel para pioneros entusiastas, con su Gold Pan Saloon, un bar de la época de la Fiebre del oro donde sirven desayunos muy consistentes a base de papa, salchicha, huevo y pan tostado. En la noche tal vez te toque ver aquí un espectáculo de French Cancan, sin dudas el baile más típico de Yukón.

 www.goldrushinn.com

Baked Café

En la calle principal de Whitehorse, existe una cafetería donde es posible probar una gran variedad de platillos deliciosos y saludables. Además, ofrece muchas opciones para los vegetarianos.

 www.bakedcafe.ca

Up North Adventures

Esta empresa ofrece excursiones de Snowmobile, trineo de perros o pesca bajo hielo. Además, puede diseñar un tour personalizado de acuerdo con tus deseos.

 www.upnorthadventures.com

Muktuk Adventures

Entre los esquimales, el Muktuk o “grasa de ballena” es un alimento apreciado por su sabor y  riqueza en vitamina C. Al reconocido conductor de trineo de perros Frank Turner, se le ocurrió dar este nombre a su manada de perros después de alimentarlos con la nutritiva sustancia. Si te gusta convivir con los perros, o sueñas con manejar un trineo jalado por la fuerza canina, no encontrarás mejor lugar para hacerlo. Y si te quieres quedar más tiempo en el Reino de los Perros, puedes dormir en una de sus 4 cabañas.

www.muktuk.com

Northern Tales Travel Service

Ver auroras boreales es seguramente una de las actividades más fascinantes que cuenta Yukón. Para ello, Northern Tales pone a tu disposición una cabaña y un tipi donde podrás esperar a gusto las míticas luces.

www.auroraborealisyukon.com

Takhini River Lodge

Christiane y Jean Marc Champeval son una pareja de franceses que soñaba con vivir en el Norte. Fascinados por los salvajes paisajes de Yukón, edificaron una verdadera joya arquitectónica a medio camino entre el chalet y el hotel particular. Para decorar los interiores de este refinado Bed and Breakfast, Christiane supo aliar con gusto las rústicas maderas del Norte con elementos tradicionales de su tierra. El resultado es un ambiente afelpado, donde se goza un silencio ideal para meditar y recibir en la noche a un prestigiado invitado: la aurora boreal, cuyos colores cambiantes se pueden apreciar desde las amplias ventanas de la sala o de la habitación llamada Aurora, que tuve la suerte de ocupar.                                           

www.takhiniriverlodge.com

Un autor fascinado por Yukón

El escritor Jack London fue preso de la Fiebre del oro del Klondike y encontró en la tierra yukoniana una mina de inspiración para varios de sus libros, entre ellos el mítico Colmillo Blanco, cuya película hizo soñar a generaciones de potenciales exploradores.

Un agradecimiento especial a Shannon McNevin, Christiane Champeval Y Erin Deacon, que supieron transmitirnos su amor a Yukón.

Acerca del autor

Laetitia Thollot

Laetitia Thollot

Nací y crecí en LyonFrancia. Me encanta viajar, pero me falta mucho por descubrir. En mi última carta a Santa Claús, solicité boletos redondos a paises asiáticos como JapónNueva ZelandaTailandia y Bután.

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