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Wirikuta, el jardín huichol

02 Enero 2013 Texto // Iñaki Matus Fotos // Andrea Acevedo, Iñaki Matus

“Parece haber mucho”, fue todo lo que contesté cuando el investigador me preguntó qué sentía respecto al tiempo.
Mucho, pero exactamente 
cuánto era enteramente irrelevante. Podía, desde luego, haber mirado mi reloj;
pero mi reloj, yo sabía, estaba en otro universo. 
Mi experiencia tangible había sido, y todavía era, de una duración
indefinida o, alternativamente, de un presente perpetuo hecho de un apocalipsis continuamente cambiante.

Aldous Huxley

Es difícil explicar en términos occidentales los motivos que llevan al pueblo huichol a Wirikuta todos los años. Existe, claro, literatura al respecto. También las conversaciones casuales con los lugareños e incluso algunos acercamientos esporádicos al hikuri o peyote, pero nada de esto es suficiente para comprender la riquísima cosmogonía Wixárica. Sencilla y directa; con muchas analogías, pero sin interpretaciones preconcebidas.

Wirikuta es el último punto (de cinco) en el peregrinaje anual huichol.

Una narración ancestral cuenta cómo, durante una prolongada hambruna, un grupo de cazadores fue detrás de un venado azul. El venado no se dejaba alcanzar. Por el contrario, chocarrero y fastidioso, los esperaba e incitaba a que lo siguieran por cientos de kilómetros más, desde la región costera del Pacífico hasta la Sierra de Catorce, en lo que ahora es San Luis Potosí.

Los hombres habrían visto al venado saltar desde Cerro Quemado a tierras más bajas, pero como ya era tarde decidieron dejar la persecución para el día siguiente. Con las primeras luces de la mañana, la belleza del inmenso altiplano que se descubría a sus pies los dejó atónitos y decidieron bajar.

En el desierto encontrarían al venado azul apostado entre arbustos y convertido en un inmenso cúmulo de cactus multicolor. Con tal caminata a cuestas y sin alimento durante días no es difícil imaginar cómo sigue la historia: los hombres cortaron trozos del venado y los comieron ahí mismo en un reconfortante festín.

El cactus no sólo los habría satisfecho corporalmente, sino que también les habría dejado enseñanzas que hoy son el fundamento de la visión huichol de la vida y del Universo, de la que emana un profundo respeto por la naturaleza.

“Con sólo estar aquí ya estás liberado”, nos dijo un hippie que encontramos en la carretera pidiendo aventón.

Y es cierto: contrario a la visión occidental –en la que se da por sentado un visto bueno divino para arrasar con el planeta y sus recursos–, en torno al desierto se percibe un ánimo conservacionista que reconoce la pequeñez humana frente al Cosmos. Se le ve como un jardín de aprendizaje al que se tiene acceso sólo a través de estrictos rituales de iniciación que suelen durar varios años.

Abajo, en el valle, el desierto es tan acogedor que lugareños y visitantes se refieren a él como “adentro” y a los pueblos circundantes como “afuera”. Atardeceres mágicos cargados de emotividad y de todos los colores del espectro. 360 grados de emoción y el aturdidor zumbido del silencio. Todo está en pausa; es el apocalipsis perpetuo de Huxley.

Guía Giraffe

Cómo llegar
Desde la Ciudad de México tomar la autopista 57 hacia Querétaro, San Luis Potosí, Matehuala. En Matehuala tomar la carretera 62 hacia Cedral, y continuar hasta la desviación hacia Real de 14. Tomar el camino empedrado (~20 Kms.) hasta el Túnel Ogario. Inmediatamente después del túnel suele haber guías con caballos para ir a Cerro Quemado.

MUY IMPORTANTE: En ocasiones se llevan a cabo ceremonias y temporalmente suspenden las visitas; por lo demás es posible visitar Cerro Quemado en cualquier momento, incluso de noche. No muevas ni te lleves ninguna de las muchas ofrendas que encontrarás en el lugar. Sé respetuoso.

Frente en Defensa de Wirikuta
Entérate del riesgo que enfrenta el desierto sagrado de Wirikuta por las concesiones mineras otorgadas dentro y alrededor de la zona protegida.

frenteendefensadewirikuta.org

Acerca del autor

Iñaki Matus

Iñaki Matus

Prefiere la carretera a los aviones porque -dice- suele enamorarse de las azafatas.

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